viernes, octubre 28, 2005

Leyenda del Cuadro de la Virgen de los Copihues

LEYENDA DEL CUADRO DE “LA VIRGEN DE LOS COPIHUES” DE PURÉN


Era en el mes de febrero de 1910: cansado por el calor y su largo viaje, venía en el camino entre Cañete y Purén el Obispo Del Sol, en su gira apostólica que acostumbraba hacer todos los años por esas comarcas sureñas.
Los mocetones estaban preparando la merienda y buscaban un lugar donde se pudieran defender fácilmente del puma, abundante en esos parajes.
Por ese mismo camino iba pasando quejoso, un indio que al parecer tenía mucha edad. Al ver al sacerdote se detiene en actitud de observación, se acerca a uno de los mocetones y se inquiere de ellos que el señor Obispo (Del Sol), de sotana es un sacerdote. Afirmado en sus bastones, el indio, se apersona al Obispo Del Sol con gran reverencia y cariño, le refirió que siendo “Güaina” se le apareció (en medio de un bosque de copihues en lo alto de la cordillera de Nahuelbuta), una hermosa señora vestida de celeste, y que llevaba en sus brazos a su hijito, vestido con una túnica rosada como el interior del copihue. El niñito llevaba en su mano izquierda un libro, y con el puño derecho cerrado levantaba su dedo índice como si quisiera hablar. De repente todo el monte se movió, tuve miedo y quise arrancar, pero la señora me llamó: “Güeñecito”, me dijo, tu has visto como tus hermanos de raza se han portado con mis hijos que les envié, esos padrecitos vestidos de café, con una cuerda a la cintura y descalzos los pies, venían a esta tierra para darles a conocer quien es mi hijo. En vez de escucharlos les han tenido recelo, cuando no odio. Los han golpeado a muchos y a otros tantos los han muerto. Escúchame “Güeñecito”, días vendrán en que enviare a otros misioneros de otros colores, a ti te encargo que convenzas a tus hermanos de sangre que escuchen a los padrecitos de cualquier color que vistan y que hagan caso a los que les digan, si tú cumples mi encargo prometo asistirte en los momentos difíciles y te aseguro que no morirás sin haber recibido el gran Don de Dios, para comer el Pan del Cielo. Al oír eso el Obispo Del Sol preparó al indio a confesarse, pues estaba bautizado; toda una noche estuvo preguntándole nuevos detalles de la señora que había visto. Al día siguiente muy de alba, celebró la Santa Misa durante la cual le dio la Santa Comunión, dando gracias, juntos tomaron su desayuno después. Al separarse uno y otro se sentían emocionados y cada cual emprendió su camino en dirección distinta, pues el Obispo Del Sol venía a Purén.
Más o menos por el mismo tiempo, al año siguiente venía nuevamente a Purén trayendo un cuadro que representaba la aparición del indio.
El cuadro lo hizo pintar el mismo Obispo Del Sol, al óleo, utilizando para ello todos los detalles recordados por el viejo indio.
Al inaugurar el padre Pedro Lafontaine la capilla rural de Melinchique le dio en custodia este valioso cuadro, ya que la aparición descrita sucedió en los alrededores de esta capilla.