Pasión de servir
Hernán Cheyre V.
Talleres Bicentenario
Escribo estas líneas a pocas horas de haberse conocido los resultados finales de las elecciones del domingo, y cuando todavía no se agotan los análisis de los efectos que este desenlace puede tener en el futuro político del país. Sin desconocer que el candidato que va a representar a la Alianza en la segunda vuelta tiene la capacidad y el talento para lograr un resultado que permita hacer realidad el anhelo de la alternancia, es obvio que la contribución de todos va a ser de vital importancia para lograr este cambio. En este contexto, el gesto de Joaquín Lavín de ofrecer su colaboración al comando de Sebastián Piñera como “un soldado más” adquiere una dimensión especial. Hay que tener en cuenta que la candidatura que logró pasar a la segunda vuelta se originó en un contexto conflictivo entre los partidos de la Alianza, que la campaña en sí no estuvo exenta de roces, y que hubo una rivalidad indiscutible entre ambos candidatos, originada por el legítimo derecho de cada uno de aspirar a encabezar el próximo gobierno. Sin embargo, más allá de este gesto puntual de Joaquín Lavín, que ciertamente lo enaltece como persona, creo de elemental justicia rendir un modesto homenaje al aporte realizado por él en todo este proceso.
Ya se ha escrito bastante sobre su evolución en la política, la cual ha tenido como sello característico el haber desarrollado una capacidad para sintonizar con los problemas reales de la gente, ideando soluciones creativas y de fácil aplicación, pero que muchas veces excedían los marcos tradicionales. Sin embargo fue precisamente esta originalidad la que lo encumbró como figura pública en el país, al punto de haber estado al borde de alcanzar la primera magistratura seis años atrás, ante el asombro de la clase política. Nadie podría dejar de reconocer que el estilo Lavín cambió la forma de hacer política en el país, habiendo sido precursor de un estilo que tuvo seguidores en todos los sectores.
En las elecciones del domingo pasado, el intento de alcanzar la cumbre se vio frustrado, provocando un golpe no fácil de digerir. Fueron para Joaquín Lavín años de preparación, de mucho esfuerzo, y enfrentando elevados costos personales. Su visión de futuro lo motivó a convocar la formación de los Talleres Bicentenario, instancia en la cual tuve el honor de poder participar, orientada a soñar con un Chile desarrollado, con mayor igualdad de oportunidades y sin pobreza. Más de 400 profesionales, durante más dos años, elaboraron un detallado diagnóstico acerca de cada uno de los sectores del país, proponiendo soluciones concretas para alcanzar esas anheladas metas durante la década del bicentenario. El esfuerzo realizado constituye probablemente el más serio esfuerzo realizado en el país como base programática de un futuro gobierno. Es cierto que el trabajo realizado fue esencialmente técnico, pero en todo momento el telón de fondo fue el sueño de un país distinto, y la impronta en este sentido fue el sello que le quiso dar el propio Joaquín Lavín. Sus intervenciones siempre apuntaron a precisar el impacto de una u otra medida en la situación de los más pobres, aspecto en el cual él tiene una ventaja natural, fruto de su contacto permanente con los más necesitados. En reiteradas oportunidades, sus propuestas fueron catalogadas de “populistas” por los adversarios políticos. En realidad, era sólo su orientación a la solución de problemas reales de la gente, dejando así de manifiesto una diferente priorización de las necesidades de los grupos más necesitados.
En su emocionado discurso del domingo en la noche, Joaquín Lavín manifestó que luego de esta aventura presidencial “se cerraba una puerta”, pero que “cada vez que se cierra una puerta, Dios abre una ventana”, y que desde ahora iba a comenzar a buscar esa ventana. Muchas veces, Joaquín Lavín ha señalado que una de las personas que más lo influyó para ingresar al servicio público fue Miguel Kast, impulsor de la mayoría de las reformas sociales que comenzaron a implementarse en el país a mediados de los años 70. Habiendo fallecido a muy temprana edad, Joaquín Lavín escribió un libro para preservar su memoria, y resumió la vida de Miguel en una sola frase: “Pasión de vivir”. Si hubiera que resumir también en una frase lo que ha sido hasta ahora la vida de Joaquín, no podría ser otra que “Pasión de servir”.
Por el bien de Chile, esperamos que la ventana que pronto se va a abrir mantenga esta misma orientación de servicio a los demás
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